¿De verdad continúas pensando que las almendras, avellanas, nueces, etc., engordan? ¿Y sigues poniendo, solamente, una cucharada de aceite de oliva en las ensaladas? ¿Y además, para mantener la línea y controlar el colesterol, en tu despensa tienes margarina?
Para ponernos en antecedentes: existen los ácidos grasos saturados, los ‘malos’, y los ácidos grasos insaturados, que son los ‘buenos’.
Los ácidos grasos saturados proceden de las carnes grasas y los embutidos, y también se encuentran en la bollería industrial y en determinadas grasas que se pueden utilizar para cocinar, para la producción de bollería industrial y en la preparación de determinados platos precocinados, sin olvidarnos de la margarina.
Aunque es cierto que su origen es vegetal, para convertir estas grasas en margarina se deberán someter a un proceso de hidrogenación para endurecerlas, que es el que las transforma en ácidos grasos transmonoinsaturados, también llamados grasas ‘trans’, que son muy perjudiciales para la salud: provocan obesidad y celulitis, aumentan el colesterol, crean ateroesclerosis…
Debemos aumentar el aporte de ‘grasas buenas’, que son los ácidos grasos insaturados, de los que tan erróneamente se dice que son ‘malos’ porque ‘engordan’:
– Aceite crudo de oliva virgen extra.
– Semillas oleaginosas: almendras, avellanas, nueces, sésamo, anacardos, piñones, pistachos, pipas de girasol, de calabaza…
– Aguacate, que también es una semilla oleaginosa, y que sustituye maravillosamente bien a la margarina.
– Pescado azul.
Los ácidos grasos insaturados, las grasas ‘buenas’, son imprescindibles para nuestro organismo: forman parte de la membrana celular, mantienen correctamente la fluidez sanguínea (evitando la ateroesclerosis y protegiendo el corazón) y fortalecen nuestros neurotransmisores.
¡Ahora toca cuidarse!